16 abr 2010

Estoy viviendo una regresión



Seguro que a muchos de vosotros/as os suena qué es una regresión.

Se trata de una palabra muy utilizada cuando se habla de los niños, que viene a definir la situación que se da cuando un niño empieza a hacer cosas que hacía tiempo que ya no hacía.

El ejemplo más claro es cuando un niño que ya controla los esfínteres, empieza a orinarse de nuevo encima o, cuando ya ha superado la época de las rabietas, las inicia de nuevo.

El motivo es variado. A veces es el nacimiento de un hermano, el inicio del cole, mamá que empieza a trabajar, un destete dirigido, etc. En definitiva, el motivo de que un niño haga una regresión suele ser un cambio más o menos importante en la vida y lo hacen porque con ello tratan de volver a un momento anterior en el que todo estaba como ellos querían, tranquilos, seguros, con la atención completa de mamá.

Bien, pues yo estoy viviendo mi propia regresión, aunque a nivel adulto y sin la importancia de las que he comentado con los bebés: me he comprado los Casio de hace 20 años!!!

Casio ha vuelto a fabricar los modelos que llevábamos en los 80-90 y no he querido pasar la oportunidad de hacerme con tres de ellos. Uno es el que encabeza la entrada, plateado, modelo Illuminator (que tiene luz toda la pantalla y la bombillita que daba luz desde el lateral izquierdo en los modelos anteriores), el típico negro que veis abajo y uno de los relojes calculadora.

Me he vuelto retro o estaré viviendo una regresión... lo cierto es que los llevo en la muñeca y me siento nostálgico.

Fijáos hasta donde llega mi regresión, que estoy a punto de comprar un Nokia 8210...

Por suerte la regresión es barata. Los relojes que comento no pasan de los 30 euros, y el Nokia, tampoco.



15 abr 2010

En ocasiones las mujeres me dan miedo...



Francia, abren una nueva tienda H&M en Toulouse y para celebrarlo venden una edición limitada de una famosa diseñadora de ropa.

Cientos de mujeres se agolpan en la entrada esperando a que abran, el resto, no hay más que verlo en el vídeo.

En ocasiones, veo muertos. Bueno, no veo muertos, pero las mujeres me dan miedo. Al final del vídeo creo que hay dos que hacen la prueba de las aglomeraciones, es decir, levantar las piernas y darse cuenta de que no se caen.

Fuente: Yonkis

14 abr 2010

Nadie dijo que tener un hijo fuera fácil


Ya he dicho en más de una ocasión que la llegada de un hijo cambia la vida de los padres, seguro.

En mi caso personal (y como en la mayoría diría yo) el cambio fue para bien, pero el proceso fue duro, muy duro y sinceramente no esperábamos que fuera así, sin embargo nadie nos dijo que tener un hijo fuera fácil.

Vivimos en una sociedad en la que todo se exige para ayer, en la que todo aquello que suponga un esfuerzo excesivo o una recompensa demasiado pequeña tiende a ser rechazado.

Estamos en un momento en que necesitamos trabajar mucho para pagar los bienes materiales que nos facilitan la vida, esa que no podemos disfrutar porque estamos trabajando.

En este proceso o círculo vicioso hemos cambiado la caminata hasta el trabajo por el coche, los libros por las películas, el café de cafetera por uno encapsulado, los pañales lavables por pañales de usar y tirar, la esponja por toallitas, el cocido por los congelados, el Fairy por el lavaplatos…

Y en estas te plantas en el Prenatal (o similar) y les dices con una sonrisa de oreja a oreja que vas a ser padre, así, lleno de orgullo, y que vienes a comprar lo necesario y lo mejor para tu hijo.

La lista es interminable: El colchón de tres ruedas, la cuna calienta pañales, el body para calmar los cólicos, el receptor emisor para la otra habitación con capota desplegable, la mochila con aroma que induce al sueño, la esponja con cierre de seguridad,…

Y un buen día llega tu bebé y te das cuenta, poco a poco, de que has hecho el “panoli” (no os sintáis ofendidos, hablo en primera persona).

Nace en el siglo XXI un bebé que no sabe si está en el maravilloso y moderno mundo en el que vivimos o bien en la época del Paleolítico. Bueno, no me voy a ir tan lejos… no sabe si ha nacido en España o en el desierto de África.

Y tú, mi querido padre novel, acostumbrado a hacer tu vida, a vivirla con placer, a dar y recibir en igual medida (o a recibir más de lo que das), te ves de repente en la situación de tener que dar, dar, y dar y en el momento, sin posibilidad de espera.

Te das cuenta de que los mil inventos son más bien poco útiles, que el colchón de la cunita le “quema” y que acaba siempre en vuestros brazos (invento barato de resultado infalible).

Y resulta que se despierta cuando tú empiezas a coger el sueño, se duerme cuando te has desvelado y se vuelve a despertar en el momento en que sueltas el primer ronquido.

Entonces todo el mundo se ve obligado a ayudarte y te dan mil y un consejos contradictorios y tu mujer te pide que ayudes más en casa, porque el bebé está todo el día al pecho y en brazos porque en la cuna no aguanta ni veinte minutos y tú, que esperabas seguir viviendo, más o menos como antes, con ligeros cambios, ves que de ligeros tienen poco.

Te dicen que si mama tanto es que ella no tiene leche, o que su leche no es buena. El pediatra dice que no, que es normal que mame tanto porque es un recién nacido, pero la enfermera dice que si se queda con hambre que tome leche artificial.

Y llora, y todos los días a la misma hora y lo bañáis antes de dormir porque se supone que se va a relajar, pero en cambio parece que el tuyo es diferente, que se pone como una “moto”, y lo vestís y llora, y os dais cuenta de que estando todo el día en brazos llora menos, pero viene la suegra (la que sea) y dice que lo cogéis demasiado en brazos y que lo vais a malacostumbrar.

Te das cuenta de que no es tan fácil. Tú esperabas a una personita en pequeñito, que entendiera tu inexperiencia y te otorgara un tiempo prudencial para ir aprendiendo poco a poco de él (y viceversa) y te das cuenta a golpes de martillo que tu bebé es, ni más ni menos, un animal mamífero.

Eso significa que necesita la seguridad del contacto, del calor y del mecimiento. El alimento de manera casi continua, el olor de su madre, los cuidados y la disponibilidad constante.

Y ves que tú vida ha girado 180º, que no puedes hacer nada de lo que hacías antes, ni tú ni ella. Y ahí es donde debes decidir, o me tomo un paréntesis como persona y me dedico a mi bebé, a mi mujer y a mi casa, o querré abarcar tanto que al final no haré ni una cosa ni otra.

Lo siento, alguien tenía que decirlo. No es fácil. Tener un bebé es una gran responsabilidad. Es un ser dependiente en su totalidad y os necesita más que a nada.

Necesita que sepáis renunciar a muchas cosas durante un tiempo y que aprendáis a hacer de tripas corazón y de ojeras esperanza porque es una etapa, un tiempo, hasta que los pequeños mamíferos crecen y se van desprendiendo poco a poco hasta convertirse en las pequeñas personas que esperabais.

PS: Os recomiendo que os paséis, cuando podáis, por la “Tienda de las paciencias” y os compréis dos o tres de repuesto. Suelen hacer falta.

Foto: Flickr - Pedro Klien

Publicado originalmente en Bebés y más.

13 abr 2010

El eructo del bebé



Uno de los primeros consejos que recibimos cuando tenemos a un recién nacido es el de ponerlo a hacer un eructo nada más acabar la toma.

Algunos lo hacen enseguida, otros tardan un poco más y otros nunca llegan a hacerlo.

El sentido común (cada día tenemos menos de esto) dice que si un bebé no eructa es porque no tiene nada que eructar, sin embargo hay madres preocupadas por este motivo que acaban mostrando su inquietud: “me cuesta mucho, mucho que haga el eructo”.

Y aquí llega la duda: ¿Es necesario que eructen después de las tomas?

Pues depende de si el niño ha tragado aire o no. El aire hace que el estómago esté más distendido. Esto activa el reflejo de apertura del esfínter esofágico inferior, el que comunica el esófago con el estómago, para que el aire salga.

Tener calor, frío, estar mojados o manchados, sentirse solos, tener demasiada hambre,... en definitiva, llorar por el motivo que sea hace que lleguen a tragar aire (hace años, cuando los rayos X no eran considerados peligrosos a alguien se le ocurrió radiografiar a los bebés durante el llanto y se dio cuenta que los bebés tienen poco gas cuando empiezan a llorar pero mucho gas cuando llevan un rato llorando).

Si además realizan las tomas después del llanto y llegan con demasiado hambre comen con avidez y tienden a tragar todavía aire.

Quitando estas situaciones, en condiciones normales, los bebés sellan perfectamente su boca con el pecho. Esto hace que sea imposible ingerir aire y que ponerlo para que eructe sea infructuoso (y molesto si el pobrecito está medio dormido).

En caso de que tome biberón la situación cambia. El biberón, al contrario que el pecho, contiene leche y aire (el pecho solo tiene leche) y a menudo, si el biberón no tiene la inclinación correcta o en el momento en que se lo acaba la tetina se llena de aire, el bebé acaba tragando ambas cosas, aire y leche.

La mejor manera de que el aire salga es teniendo al bebé en posición vertical. El aire mezclado con el líquido sube hacia arriba (es una simple ley física). En culturas donde los bebés van sujetos al cuerpo en posición vertical ellos mismos hacen el eructo sin necesidad de ninguna maniobra especial.

Si el bebé, tras mamar (o tras la toma), se queda dormido plácidamente, lo más probable es que no tenga aire que expulsar, por lo que no haremos nada especial. Ponerlo de manera vertical solo haría que se despertara y se pusiera a llorar (y se llenara de aire que entonces sí tendría que expulsar).

Si en cambio se muestra intranquilo e inquieto es posible que tenga que hacer el eructo, tras el cual, la mayoría de las veces, se rinden al sueño reparador que tanto ansían.

¡Felices eructos!



Publicado originalmente en Bebés y más.